Imagina
que fuiste de esas personas que desde niño deseó ver un duende, viajar a un
lugar exótico o ganar una guerra contra un ejército de más de dos mil
guerreros. Tal vez estuviste esperando ese momento por mucho tiempo, el
encontrar un huevo de dragón en el patio de tu casa, abrir la alacena y
encontrar frascos con alas de murciélago o descubrir que tus vecinos eran
alienígenas; bueno, creo que por eso escribo.
Escribo
porque ese niño, quien leyó cuentos de terror una noche y no durmió por las
siguientes siete, se cansó de esperar a que por arte de magia aparecieran esos
seres, por lo cual decidió crearlos.
Escribo
porque sé que hay cientos de personas quienes necesitan un pequeño empujón en
su imaginación para crear nuevos seres, buscar tesoros o reír a carcajadas,
escribo para ellos, para ayudarlos a imaginar, para que recuperen ese niño quien
con tanto deseo quería vivir en un mundo el cual no fuera aburrido, lleno de obligaciones
y de edificios grises.
Escribo
para recorrer esos mundos los cuales siempre desee conocer, para adentrarme en
la mente de todos los monstruos habitantes debajo de mi cama, para hablar
idiomas extraños y, en un abrir y cerrar de ojos, pasar de un cementerio lleno
de zombis a un planeta a millones de años luz de distancia.
Escribo
para no perderme en ese océano llamado normalidad, para rendirle un homenaje a
las historias que mis abuelas me contaron, para rescatar las memorias compartidas
por mis padres y rescatar las tradiciones inculcadas por mis tías.
Escribo
porque sé que allá afuera, en el mundo humano, existen niños y jóvenes así, que
les dicen raros, que tienen ideas diferentes, que sueñan despiertos, que pueden
convertir los postes de luz en gigantes y las estrellas en guerras estelares.
Escribo
para ellos, para invitarlos a crear, a soñar, escribo para las ovejas
multicolores que hay en cada familia.
Escribo
porque amo leer, porque tengo un poco de ese ego de artista que busca figurar
un día, tal vez no al lado, pero un poco cerca de aquellos escritores quienes
me inspiraron y quienes le dieron tantas nuevas ideas y tonalidades a este
mundo.
Escribo
porque cuando llegué a la repartición de talentos, el buen jefe, ese a quien
muchos llaman Dios, Alá, Brahma o Universo, quiso darme el más preciado que
podía tener, uno muy especial: el don de dar vida, de crear, pero no con magia
sino con un papel, tinta y un poco de imaginación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario