miércoles, 26 de abril de 2017

Escribo de la vida

Por Irma Celaya

Escribo para vaciar mis pensamientos, para aquietar mi mente. Hablo de lo que quiero y de lo que siento, de lo que me hace llorar y por quién suspiro.
Escribo porque deseo ser escuchada, si tengo una protesta o algo que gritar.
Gracias Dios, por mis manos, por haber aprendido las letras, porque tengo una pluma y un papel.
Me siento libre y experimento.
Aquí se queda la soledad, la angustia, la euforia. Aquí logro dormir, plasmar mis sueños, mi desamor.
Yo decido el final, dejo mis traumas y caprichos; mis carencias y mis miedos. 
Escribo sobre la vida, poesía, cuentos, historias.
Me abandono, me desnudo.

Gozo, me desangro.

miércoles, 19 de abril de 2017

¿Por qué escribir?

Por Ana Maria Salas

Hay quien decide ser escritor, como elegir ser médico o abogado, a otros el destino o las circunstancias los llevan a escribir como un trabajo de oficina, es el modo de ganarse el sustento y, de alguna manera, como ser obrero o practicar cualquier profesión u oficio. Sin embargo, para los verdaderos escritores, sean famosos o no, la escritura es la necesidad vital como respirar; sólo a través de las palabras encuentran la razón de su existencia.
            ¿Por qué escribir?
Primero que nada, soy lectora, pues es esta afición la que despierta la inquietud de también ser capaz de crear cosas, situaciones, aventuras de seres reales o imaginados. Y de descubrir el placer de tejer tramas; desenredar las vidas y los misterios de los protagonistas.
Quiero saber cómo contar. Lo imaginado y los recuerdos pueden ser lo mismo, volver a vidas anteriores, reales o no. Llegar a dominar ese caudal del río que es una historia; mover esa corriente con la verdad o la exageración. Aprender a unir ese lazo del cerebro a la mano, que tiene el poder de mejorar lo ameno y lo trágico, algo que la palabra hablada no tiene; lo dicho ya se escuchó y al escribirlo existe la oportunidad de acorazarlo; darle otro matiz. Que la realidad sea más real aún cuando sea imaginada.
La hoja y la tinta pueden salvarme de la cotidianeidad. Lograr recordar vivencias y anécdotas, inventarme gente y mundos que me emocionen y relatarlas es una opción excelente para descubrir un universo nuevo.
Lo mejor de contarse historias una misma es: que el tiempo se diluye y creo que no pasa tan rápido; lo puedo detener o apresurar. Esos poderes que da la escritura son el atractivo más apasionante que tiene para mí escribir.

Crecer y contar.
Marzo de 2017

jueves, 6 de abril de 2017

STRIPTIS

Por    Luis Villegas

No hace falta que uno haya ido; todos sabemos qué es un striptis, ¿O no?
El título viene a cuento, porque sé que estas líneas escritas de manera periódica suelen granjearme la malquerencia de alguno; pero el propósito de escribir no es agradar, sino expresar lo que se piensa, se cree o se siente, respecto a determinado asunto.
Lo sugestivo del título se explica en esa virtud: Escribir es descubrir poco a poco el alma. Es despojarse, exhibirse, desnudarse. Es posible, por supuesto, simular, pero no sólo resulta innoble, resulta además triste e inútil, pues debe uno ser muy tonto para creer todo lo que lee sin más. Para bien o para mal, las palabras descubren un aspecto del que las pronuncia o las redacta: Porque vacían o muestran, porque engañan u ocultan, las palabras son inseparables de su autor y lo persiguen como una jauría furiosa o lo secundan como un coro.
Pues yo dudaba.
La razón de tanta incertidumbre es que en ocasiones mis palabras parecieran ir contra el pensar de varios, contra el sentir de muchos e, incluso, contra el sentido común, pero ni modo: Eso pienso yo.
En algún lado, Manuel Vázquez Montalbán escribió: “No. No hay verdades únicas, ni luchas finales, pero aún es posible orientarnos mediante las verdades posibles contra las no verdades evidentes y luchar contra ellas”.
Además, está también el asunto ése de las cosas escritas hace dos, tres o seis años. Mire usted, si veinte años no es nada, según reza el conocido tango, se supondría que cualquiera de esos lapsos es menos que nada, pero no, un año es un año y si se puede vivir toda una vida en un instante, en un año se puede vivir y morir un millón de veces. Pues bien, lo pretendido a decir es que comparto en lo medular la esencia de mis escritos todos. Ciertamente quitaría algunas cosas y agregaría otras; enmendaría juicios, corregiría yerros, eliminaría párrafos, reescribiría otros y agregaría otros más, empero, sostendría mis convicciones con la misma energía de siempre.
Se dice que Heráclito consideraba imposible bañarse en las aguas del mismo río dos veces; según él, la vida es fluir, un continuo discurrir. Por el contrario, Parménides sostenía la inmutabilidad de las cosas; para él, el ser de las cosas era eterno e inmutable.
En lo personal, estimo que ambos extremos son insalvables si aspiran a constituirse en un absoluto.
La vida es permanencia: La fe en Dios, el amor a la familia, la lealtad a los amigos y la fidelidad a los ideales. Sin embargo, en el tráfago de la vida cotidiana -con sus ires y venires- y la inmediatez de sus exigencias, nos realizamos a diario. Somos lo que somos a cada instante; nos definen nuestros actos y omisiones, nuestros silencios, nuestra pasión, nuestra cobardía, nuestra hambre y nuestra sed, nuestro arrojo o nuestra timidez. Nos definimos momento a momento en ese caudal incesante llamada “vida”, la cual transcurre entre dos eternidades: El pasado y el porvenir.

Ése es mi punto de vista. Intentar expresarlo, a pesar de las consecuencias, constituye mi necesidad de escribir.